San Pedro Poveda

San Pedro Poveda nació en Linares, el 3 de diciembre de 1874. Murió el 28 de julio de 1936 en el inicio de la guerra civil española. Dio testimonio de su fe cristiana y de su ser sacerdote hasta el último momento. Fue canonizado por el Papa Juan Pablo II el 4 de mayo de 2003.Pedro Poveda es un santo para nuestros días. Su vida es la del creyente que vive la fe en el día a día y que no vacila en confesarla, aún en medio de la dificultad.

“Mi creencia mi fe, no es vacilante, es firme inquebrantable¨.
Son palabras suyas en 1920. Palabras vividas desde su juventud y en las difíciles circunstancias en las que le tocó vivir.

Cuando las escribió, Poveda estaba a punto de trasladarse a Madrid con un nombramiento de Capellán de la Casa Real. En la capital (1921-1936), Poveda se relacionó con las principales asociaciones y personalidades de la vida intelectual y pedagógica que, desde la orilla creyente, se esforzaban por defender la autonomía de la labor docente en medio del ambiente de descristianización programada del país.

Su presencia activa, era al mismo tiempo serena, tolerante. Quienes le trataron entonces han escrito que “la santidad del P. Poveda resplandecía en apoyar resueltamente toda obra de Dios especialmente educativa, partiera de quien partiera la iniciativa”.

Su actividad no se quedó en palabras. Sus esfuerzos por afianzar su Obra, la Institución Teresiana, no mermaron su apoyo a otras propuestas educativas y proyectos. Él ofreció alternativas para los católicos que querían vivir su fe sin disociarla de su tarea profesional. Estaba convencido de que “Creer bien y enmudecer, no es posible”.

Impulsor del laicado
Reconocido por la UNESCO, en su centenario, como Humanista y Pedagogo, fue un promotor de la acción de los laicos, medio siglo antes de que el Concilio Vaticano II reconociera su llamada a la santidad desde el ejercicio de su tarea profesional en medio de la sociedad. Convencido del papel insustituible de las mujeres en la sociedad futura, confió a mujeres jóvenes su proyecto educativo. En una época en que la mujer accedía por primera vez a los estudios superiores en España, quiso entre sus colaboradoras personas que mostraran “con los hechos que la ciencia hermana bien con la santidad de vida”.

Con los más pobres
Poveda había iniciado su labor evangelizadora en el barrio de las cuevas que rodean la ciudad de Guadix (sur de España), al inicio del siglo XX, donde un grupo de personas, los “cueveros”, vivían al margen de una de las diócesis más antiguas del país. Gitanos, obreros sin cualificar, parados, alfareros, formaban un mundo aparte, en el que rara vez entraba un accitano del centro de la ciudad. El joven Poveda, aún seminarista, inició una labor de acercamiento a aquel mundo marginal, conquistó el corazón de los cueveros, y fundó para ellos las Escuelas del Sagrado Corazón que aún perduran. En Guadix fue ordenado sacerdote en 1897 y permaneció allí hasta 1905.

Una acción educativa coordinada
Nombrado canónigo del Santuario de Covadonga, atalaya hacia el panorama español y europeo, se dedicó a la oración y al estudio durante siete años. Contemplando a la Santina y mirando hacia Europa, vislumbró el desafío que plantearía a España una educación para todos y propuso una acción unificada de los católicos en el campo pedagógico. Impulsó numerosas iniciativas y publicó folletos y artículos en la prensa para llamar la atención sobre el problema. De nuevo, empezó haciendo. En Oviedo, en 1911, inició la primera Academia. Un centro educativo residencial para jóvenes que accedían a los estudios del Magisterio y después ocuparían sus puestos en la enseñanza estatal. Lo mismo hizo en Linares (1912). En 1913 se trasladó a Jaén, donde fue canónigo de la Catedral, se hizo Maestro y trabajó como profesor del Seminario y de las Escuelas Normales. Allí conoció a María Josefa Segovia, a quien pidió dirigir una Academia en la ciudad, (1913), convirtiéndola en su principal colaboradora. Ella fue la primera Directora General de la Institución Teresiana. Desde Jaén Poveda impulsó la extensión de su Obra a otras ciudades de España. En 1914 fundó en Madrid la primera residencia universitaria femenina de España.

Encarnación y humanismo cristiano
En 1917, la Institución Teresiana quedó inscrita en el registro de asociaciones civiles de Jaén según la vigente Ley de Asociaciones y fue aprobada entre las asociaciones diocesanas, según el Código de Derecho Canónico recién promulgado. Quedó constituida desde el principio como una institución laical con diversas asociaciones. Se acogía a la titularidad de Teresa de Jesús, en quien Poveda encontró un modelo de verdadero humanismo centrado en Dios, mujer de oración y de acción. Porque los asociados no vivirían en conventos sino en medio de la sociedad, les propuso como estilo de vida el de los primeros cristianos, siendo luz y sal en medio de las gentes. En 1924 la Obra de Poveda fue reconocida a perpetuidad por el Papa Pío XI. Cuatro años después, la Asociación impulsó la presencia de sus miembros fuera de España: en América (1928) y en Italia (1934). La primera iglesia dedicada a San Pedro Poveda se encuentra en India.

Fundador de la Institución Teresiana
San Pedro Poveda fue responsable de una misión en la Iglesia y decidió ofrecerla para que otras personas pudieran vivirla. Le fue concedido el carisma de la convocatoria. Convocó para vivir el servicio a Dios en el corazón del mundo, en la vida misma y cotidiana, poniendo fe y vocación en las tareas encomendadas a cada cual en la sociedad. Su llamada fue de servicio, de oferta de lo mejor, siempre impregnado de fe. Ofrecía un modo de agruparse en torno a una idea que no trazaba fronteras, sino que tendía a fundirse en el vivir diario con la eficacia de la levadura y de la sal. Ofrecía una comunidad cristiana ágil, con una organización básica compuesta de hombres y especialmente de mujeres seglares que intentaban responder desde su fe y desde su vinculación con la Iglesia, al evangelio de Jesús y a la sociedad.

Después de su experiencia apostólica en Guadix entre 1901 y 1905, atravesó España de Sur a Norte, y en el Santuario de la Virgen de Covadonga, entre la Cueva y la basílica, como canónigo de aquel cabildo, como sacerdote cercano a los peregrinos y como joven de su tiempo inquieto por los enormes problemas relacionados con la educación en la España de aquellos años, pudo profundizar en la importancia de la función social de la educación y en la necesidad de que los maestros estuvieran bien preparados y vivieran su fe de un modo coherente y responsable. Publicó diversos escritos sobre la problemática educativa y la formación del profesorado católico. Permaneció en Covadonga hasta 1913.

Con este convencimiento y “orando a los pies de la Santina”, abre en Oviedo el primer centro dedicado a poner en práctica su idea. Lo llamó “Academia”, lo situó cerca de la Escuela Normal de maestras y lo puso bajo el patrocinio y la titularidad de Santa Teresa de Jesús. De este modo, en 1911 se inició en Oviedo la primera Academia Teresiana. A esta primera Academia siguieron muchas otras a lo largo y ancho de España, además de residencias universitarias, asociaciones de mujeres profesionales, centros pedagógicos, publicaciones y proyectos varios, como respuesta a la sociedad desde la dedicación profesional y las convicciones profundamente cristianas. En torno a sus obras y acciones se generó un movimiento espiritual y educativo significativo con amplia repercusión en distintas ciudades de España.

En 1913 desde Jaén siguió impulsando la Obra de las Academias Teresianas. Al mismo tiempo participó en diferentes iniciativas culturales de la ciudad y en numerosas tareas evangelizadoras, como profesor del Seminario y de las Escuelas del Magisterio. En Jaén conoció a Josefa Segovia, que terminaba sus estudios en la Escuela Superior del Magisterio de Madrid y a quien pidió la dirección de la nueva Academia que proyectaba poner en marcha en aquella ciudad. Josefa Segovia aceptó y con el tiempo llegó a ser una de sus principales colaboradoras y primera directora de la Obra de las Academias que comenzaba a consolidarse.

En 1914 Pedro Poveda puso en marcha en Madrid la primera Residencia Universitaria Femenina de España. En 1917 tuvo lugar la aprobación eclesiástica de la obra de Poveda, ya evolucionada a Institución Teresiana, en la diócesis de Jaén como Asociación de fieles. Quedó constituida desde el principio como una institución laical, acogida a la titularidad de Santa Teresa de Jesús, tal como lo había sido desde el inicio. Hacía explícita la intención de adoptar el estilo de vida de los primeros cristianos, y se comprometía a dedicar sus esfuerzos a la educación y la cultura como ámbito específico de su misión.

En 1921 Pedro Poveda se trasladó a Madrid por su nombramiento como Capellán real. En la capital de España, con más y mejores posibilidades para el impulso y desarrollo de la Institución Teresiana, se integró en la vida social, apostólica y eclesial de la ciudad, formó parte de la Comisión Central contra el analfabetismo, de la Hermandad del Refugio, coordinó asociaciones de estudiantes católicos y de padres de familia católicos, siguió impulsando y configurando la Institución Teresiana y empeñándose en la formación cristiana, humana y profesional de sus miembros, muchos de ellos dedicados a realizar su trabajo en puestos de carácter público.

El 11 de Enero de 1924 Pío XI aprueba a perpetuidad la Institución Teresiana. Poveda continuó dedicado a su labor educativa y a impulsar el desarrollo de la Institución. Estaba convencido de que “la ciencia hermana bien con la santidad de vida” (1932), abrió nuevas residencias, creó Asociaciones y fue uno de los principales promotores en el proyecto de una Universidad católica en España como tenían otros países europeos. En 1928 la I.T. comienza su expansión hacia otros países, siendo el primero Chile con la propuesta de llevar adelante la formación de maestras en una escuela normal en la capital de aquel país andino. La Escuela Normal Santa Teresa, se convirtió muy pronto en foco y motor de la propia obra por tierras americanas. Actualmente, la Institución Teresiana vive y actúa en numerosos países.

En los últimos años de su vida Poveda insistió en la no violencia como método para solucionar los conflictos. “No hay que hacerse ilusiones -escribía en 1935-, la mansedumbre, la afabilidad, la dulzura son las virtudes que conquistan el mundo”. El 27 de julio de 1936, con 61 años y cuando acababa de celebrar la Eucaristía, fue detenido en su casa en Madrid. No ocultó su identidad como «sacerdote de Jesucristo”. A la mañana siguiente encontraron su cadáver protegido por el escapulario de la Virgen del Carmen.

“Aquí, en Covadonga, templó su espíritu un ilustre Capellán de la Santina, D. Pedro Poveda Castroverde, Fundador de la Institución Teresiana, dedicada a la formación cristiana y a la renovación pedagógica en la España del primer tercio de este siglo. Una intuición profética, inspirada por María, para la promoción de la mujer, a través de mujeres de una auténtica transparencia mariana y un ardor apostólico típicamente teresiano. ¡Aquí nació esta Obra, a los pies de la Santina!”, dijo Juan Pablo II, el 21 de Agosto de 1989, en Covadonga, durante su primera visita a España.

En torno la Beatificación de Pedro Poveda en 1993, el Cardenal Eduardo Pironio escribió: «Soy sacerdote de Cristo». Son las palabras con las cuales Pedro Poveda se autodefine a sí mismo en el momento en que lo buscan para el martirio. Se puede decir que tocamos el alma profunda de Poveda, su identidad verdadera, la fuente riquísima de su vida y de su obra. La Institución Teresiana es el mejor fruto de su sacerdocio. Poveda fue un gran educador, un verdadero apóstol de la juventud, un estupendo animador de la juventud, un estupendo animador del apostolado laico, un promotor de la participación de la mujer en la vida de la Iglesia y de la sociedad civil, un admirable evangelizador de la cultura. Pero, antes que nada, fue sacerdote». En 2003, el 4 de mayo, fue canonizado en Madrid por el mismo pontífice santo, Juan Pablo II.

La Institución Teresiana es una Asociación Internacional de Laicos de la Iglesia Católica, cuya finalidad es contribuir a la promoción humana y social, a través de mediaciones educativas y culturales, participando de la misión evangelizadora de la Iglesia. San Pedro Poveda, selló su fundación en Covadonga (Asturias, España) en 1911.

Sus asociados son mujeres y hombres que viven los valores del Evangelio, procuran una seria preparación y realizan la misión de la Institución Teresiana en entidades públicas y privadas de la acción social y educativa a través del ejercicio de sus profesiones, desde el mismo carisma, estilo y espiritualidad. Participan de una misma vocación integrados en asociaciones con diferentes compromisos.

Existen también en torno a la Institución Teresiana movimientos juveniles, así como movimientos socioeducativos, asociaciones de antiguas y antiguos alumnos y grupos de colaboradores que comparten la espiritualidad y rasgos del carisma Povedano.

El nombre Institución Teresiana está inspirado en Santa Teresa de Jesús (Ávila), quien en palabras de san Pedro Poveda, vivió “una vida plenamente humana y toda de Dios”.